EL AGRO EN EL LLAMADO POSCONFLICTO.
Muy bien que en
Colombia el conflicto armado se esté resolviendo por la vía de la negociación política;
luego del fracaso de los insurgentes en su pretensión de tomarse el poder y del
gobierno al no derrotar militarmente a la guerrilla, es conveniente haber optado
por una negociación, cuyo aspecto central sea el llegar finalmente a dejar las armas como
instrumento de lucha política.
El escenario del
conflicto se ha desarrollado principalmente en el sector rural del país, que ha
generado, conjuntamente con otros factores, un desplazamiento de la población,
de los mayores del mundo.
Paralelamente al
conflicto, durante los últimos veinticinco años se ha impuesto un modelo
económico que en cifras, aumento la compra de productos agropecuarios en el
extranjero, desde 400 mil toneladas, hasta 10 millones 400 mil toneladas, lo
cual no merece calificativos benignos a la hora de los balances.
El censo rural
recientemente culminado, luego de cincuenta años sin realizarlo, desnuda la
situación que muchos veníamos denunciando, cuyas cifras, que comienzan a
revelarse, muestran que la situación del agro nacional no podía ser peor y no
constituyen ningún motivo de orgullo para quienes han gobernado este país.
Lo firmado en la
Habana, en el campo de lo rural, se ha insistido por parte de los negociadores
del gobierno, no contempla la modificación del modelo económico, causal central
del “despiporre” en que se encuentra el agro nacional. Esto fue también
aclarado cuando a raíz del paro agrario nacional, se negociaban las medidas de
alivio para lo que los agricultores en movilización denunciaban con
reciedumbre; el ministro Iragorri, desde la cartera de gobierno, entonces, fue
enfático en precisar a los negociadores campesinos, en el mismo sentido: el
modelo no se negocia; si quieren modificarlo, tiene que derrotarnos políticamente,
de lo contrario, enfatizó el hoy ministro de agricultura, es dentro del
marco neoliberal que se debe negociar.
Con estas claridades,
el posconflicto debe, según la versión gubernamental, desarrollarse dentro de
un piloto económico que incluye el libre comercio, los TLC y todo lo que ha
causado esta política, de manera preponderante y que todo el mundo reconoce ha
generado un país en donde la inequidad económica, es una de las características
principales que describen nuestra nación, amén del sesgo profundamente anti rural.
Vana ilusión se hacen
quienes creen ingenuamente que los
gobernantes y sus partidos políticos tienen, luego de farisaicos golpes de
pecho, el propósito de la enmienda real y genuina.
Quienes tienen dudas
sobre lo anterior, observen la propuesta de las Zidres, que profundizan la inequidad rural, entregando
tierras que la Constitución Nacional tiene destinados para los campesinos sin
tierra, en tanto se parlotea amor por los campesinos. Proponen sembrar un
millón de hectáreas y simultáneamente apresuran la importación de casi 1 millón
de toneladas adicionales de alimentos.
Nada de engaños;
detrás de una buena causa como la paz, quienes nos han gobernado, pretenden
“emmochilarnos” la radicalización de un modelo, que ha demostrado su fracaso
para la nación y la población campesina.
Eudoro Álvarez
Cohecha
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